domingo, 7 de agosto de 2011

El diario de la felicidad (1) - Nicolae Steinhardt


El diario de la felicidad-Nicolae Steinhardt
Ediciones Sígueme
ISBN 978-84-301-1658-4


A pesar de la entrada en la Unión Europea de los antiguos paises del este, es muy poco lo que sabemos de su historia y cultura. Nuestro conocimiento de su rico fondo literario se va desgranando poco a poco, por editoriales emprendedoras que no dejan de sorprendernos con espléndidas recuperaciones.

Esta ignorancia es especialmente dolorosa en el caso de Rumanía, a pesar de que en nuestro país residan un buen número de sus ciudadanos.

La editorial Sígueme publicó en 2007 uno de los libros más representativos de su literatura contemporánea que se publicó a la muerte de su autor hacia 1991.


Es difícil catalogar "El diario de la felicidad". No es un diario en el sentido estricto del término aunque se estructura por lugar, año y mes, sin que estas entradas sean correlativas, sino como una especie de "collage" de los recuerdos del autor. A través de estos recuerdos vierte sus ideas políticas, religiosas, morales, comentarios puramente literarios, reflexiones íntimas, etc...con un fluir desordenado lleno de "flashbacks"; los fragmentos pueden tener diferente extensión. Al final nos queda una imagen con luces y sombras de la Rumanía de la segunda mitad del siglo XX y de la hermosa vida de Nicolae Steinhardt.


Tras la caída de Stalin en 1953, la liberalización de Khruschev tuvo en Rumanía una repercusión singular, su presidente Gheroghe Gheorghin Dej, favorito de Stalin se encontró en una situación incómoda; si bien se adhirió a la nueva corriente del Kremlin, lo cierto es que se deshizo de cualquier sombra reformadora que pudiera sustituirle. El desenlace de la revolución húngara favoreció posteriormente su posición mientras su discurso pasaba de proletario-internacionalista a nacionalista-patriótico, una manera de escudarse contra la política reformadora de Moscú. Este camino lo seguirá su sucesor Ceauçescu (1967).

Los años finales de la década de los 50 fueron durísimos en la persecución de intelectuales rumanos; aunque había escritores marginados, editoriales cerradas y profesores explusados de centros y universidades, los que no habían salido del país se reunían en cenáculos y salones literarios para dar conferencias y mantener debates. Eran sobre todo debates literarios, lecturas comunitarias de libros publicados en occidente. La situación se recrudecería en 1958 tras la concesión del Nobel a Boris Pastenak.


Nicolae Steinhardt fue detenido en 1960 en el proceso contra el grupo Noica-Pillat, acusado de leer y comentar libros de Constantin Noica, Mircea Eliade, Emil Cioran, escritores huidos a occidente. La lectura de sus obras estaba prohibida en Rumanía. A Steinhardt se le propuso ser testigo en la acusación de sus amigos, situación que el rechazó.

El proceso se saldó con 268 años totales de detención, pérdida de derechos cívicos y bienes. Steinhardt fue condenado a doce años, de los cuales cumpliría cuatro en las cárceles de Jilava, Aiun y Gherla. Fue liberado en la amnistía de 1964. Al negarse a ser informador, su vida y actos posteriores fueron objeto de la atención de la Securitate de manera que el conjunto de actuaciones (informes, notas, datos, fotos, llamadas telefónicas, cartas interceptadas y seguimientos) para su vigilancia llenan once volúmenes desde 1960 a 1989, cerrándose tres meses después de su muerte.

Desde su salida de la cárcel fue siempre incómodo al régimen, en uno de los registros que se le practicó estando ya en el monasterio de Rohia, se descubrieron libros de Ionescu, Cioran, Glucksmann, Bukovski, Sájarov, Solzhenitsyn y un largo etcétera.


Para Steinhardt sólo hay tres formas mundanas de salir del laberinto kafkiano, del universo cerrado, sea éste el campo de concentración, la prisión o el país-prisión. La primera opción (que el llama solución Solzhenitsyn) es considerarse a sí mismo muerto. Una vez que el hombre se considera así, ya no hay con que chantajearlo, ya nada le asusta o le atrae, ya no le queda nada, nada por lo que vender el honor, "no hay nada con que pagarle el precio de la traición". La segunda opción es la del inadaptado al sistema: el vagabundo, el que vive al día, de lo que cae, de naderías, de cualquier cosa. No entra al juego del sistema, se mantiene al margen de la sociedad y es inmune porque no hay nada que se le pueda quitar y nada que se le pueda ofrecer. La tercera vía es la del que no se da por vencido, sino que es la propia injusticia la que genera sus ganas de vivir. Cuando le derriban, desafía; cuando está perdido, ataca. Esta solución presupone una fuerza de carácter notable, una concepción militar de la vida y una resistencia moral y física de acero.

"El totalitarismo no es la materialización de una teoría económica, biológica o social, sino la manifestacion de una atración por la muerte"


El individuo siempre puede hacer algo, puede no cometer el pecado de la estupidez, puede actuar sin celo, posponer la acción, transformar la pereza en virtud, no sólo se puede ser un héroe o un santo, también con nuestra actitud podemos poner trabas a la injusticia. Muchos no lo hicieron. El mundo de la indiferencia es estéril: "no me importa", "no me preocupa", "paso".


"Pasaban de todo, de los padres, de sus padres, de su país, del ayer y del mañana, de Dios, de cualquier cosa; estaban hartos, aburridos, muertos. No los vencieron- pongo a Dios por testigo- sus vencedores no tuvieron ningún mérito, esperaban y este era su único sentido despierto, que los liberaran por fin del peso de la libertad".


Pero la sociedad sólo puede oponerse a la tiranía cuando ella misma es moralmente fuerte. La democracia para Steinhardt no puede prescindir de la moral. El derecho al voto no evita que mediante él se sancionen medidas inmorales. El sufragio universal puede introducir la tiranía. El sentimiento democrático es insuficiente, es una opinión política, puede cambiar en función de circunstancias, mientras dependamos de palabras la libertad "baila en la cuerda floja". La libertad no puede ser asegurada por ninguna ley ni tribunal pues la instancia judicial está creada dentro de un orden político, por lo que finalmente el garante de la libertad es el valor físico de los individuos. Por ello el fundamento del derecho se basa en la educación del hombre, de la opinión que se forme acerca de la honradez y la corrección. Hay que estar convencido de una sola palabra, un adjetivo: "honrado".


"La fe en la coexistencia de la libertad con el derrumbe de los principios constituye una broma o una inconsciencia".


Según Steinhardt hay tres hechos que marcan el siglo: la invasión vertical de los bárbaros, es decir de los sinvergüenzas que ahora ocupan los cargos directivos. La llegada al poder de los incultos y la traición de los hombres honrados que optan por posturas benévolas y hacen como que no ven....estos últimos son los más culpables.


He intentado entresacar las líneas principales de las reflexiones políticas que salpican "El diario de la felicidad", he obviado toda la experiencia carcelaria que se alinearía con otro tipo de testimonios literarios ya conocidos a través de los escritores del Gulag. En una segunda parte haré alguna referencia pues se tratará de sus reflexiones religiosas y en este sentido la cárcel será para Steinhardt una "escuela de vida".

1 comentario:

Mateo García Lobato dijo...

bienvenida ...
esperamos ese segundo comentario