viernes, 6 de julio de 2012

Un tiempo para callar - Patrick Leigh Fermor

Un tiempo para callar.
Patrick Leigh Fermor
Editorial Elba
ISBN 978-84-938034-3-8

Patrick Leigh Fermor (Paddy) ha sido uno de los grandes viajeros ingleses de este siglo. Con una educación autodidacta, siempre fue un chaval curioso, se lanzó a los dieciocho años a recorrer Europa  (diciembre de 1933) hasta llegar a Constantinopla. Toda su vida sería un viaje en aventura ("solvitur ambulando" como le diría a su amigo Bruce Chatwin) y de igual modo se encontraba cómodo en la cabaña de un campesino que en el más lujoso de los hoteles. Son muchos los artículos que podéis encontrar sobre él en Internet, así que no resumiré aquí su vida apasionante que muchas páginas os contarán mejor que yo; si remarcaré su notable talento narrativo, el rico registro lingüístico con el que logra hacernos llegar sus emociones y sus observaciones.....y por lo tanto la meritoria labor de la traducción española a cargo de Dolores Payás.

Tras un largo vieje por el Caribe, Fermor pensó en poner por escrito sus experiencias en las Antillas y buscando la paz necesaria para encarar su primer libro, se refugia en la abadía de Saint Wandrille de Fontanelle, años depués pasaría por Solesmes, la Gran Trapa y los monasterios de Capadocia.
El libro que nos ocupa reune las experiencias del autor en todos ellos, no sólo nos habla de su histoira, sino de las sensacioens que despierta en su interior la convivencia con los monjes, la observación de sus costumbres, la sensación de sus cánticos, los matices de la luz reflejada en los claustros, la comunicación con unas personas que ha optado por una forma diferente de vida. Como dice acertadamente, en realidad " era yo y no los monjes quien se evadía del mundo. Para mis anfitriones la abadía era el trampolín hacia la eternidad; para mí un lugar al que retirarme a escribir un libro"

El escritor en ningún momento omite su falta de fe, se considera "un ciudadano de la herética isla del otro lado del Canal", incluso se sorprende de que no hubiera ninguna pregunta directa sobre sus convicciones religiosas. En un primer momento se sobrecoge "¡Tanto silencio y sobriedad!. El lugar asumió el carácter de una enorme tumba, una necrópolis en la cual yo era el único habitante vivo", los monjes le parecían desesperadamente tristes, sobrenaturalmente pálidos, " la temperatura de la vida se desplomaba hasta cero y la sangre corría cada segundo más lenta, tenue, como si de un momento a otro el corazón pudiera dejar de latir de modo imperceptible", sin embargo no pudo asimilar ninguna de estas imágenes a las vendidas por la literatura antipapista protestante.

Este sentimiento fue cambiando gradualmente, era el inicio de la adaptación. Se desecha la banalidad y las ansiosas trivialidades por falta de alimentación y surge una energía nueva que hace el trabajo más fácil. Al mismo tiempo los monjes dejan de ser un todo informe y pasan a convertirse en personas reales:

"empecé a tratar con los monjes, quedé sorprendido por la conversacion de aquellos con los que tuve contacto. No encontré rastro de tinieblas, ni un asomo de fúnebre melancolía"

"pregunté a uno de los monjes como resumiría, en pocas palabras, lo que era su vida. Reflexionó un momento y me dijo: ¿Ha estado usted alguna vez enamorado?".

Cuando llegó el momento de partir, sólo pudo arrepentirse Fermor de no haber tenido esta experiencia antes, las semanas pasaron con una rapidez asombrosa y de nuevo se encontró en un proceso de adaptación inverso, el mundo exterior era "un infierno de ruido y vulgaridad enteramente poblado de gamberros (...) incluso los anuncios de Byrrh y Cinzano que veía desde la ventanilla, normalmente jubilosos símbolos de libertad y evasión, me impactaron como si fueran insultos personales"

Como he comentado, no sería la última estancia de Fermor entre los claustros de un monasterio, sus consideraciones sobre la Gran Trapa y Capadocia son igualmente muy hermosas y matiza de manera muy certera las diferencias entre todos ellos. Esto lo logra porque no hay ligereza en sus apreciaciones, ni morboso deleite; se acerca a la realidad que no conoce con exquisito tacto y elegancia, evita enjuiciar vidas ajenas tan distintas a la suya, vidas de muy distinta procedencia que se igualan en la elección de un camino singular y todo ello narrado con una generosiad y elegancia que hoy en día se echa de menos. El resultado es un relato de una credibilidad y belleza que me ha sorpendido. Él mismo con humildad reconoce tras su estancia en la Gran Trapa, que se encuentra "carente de autoridad para librar un veredicto sobre las condiciones y posiblidades de vida en aquella callada e invernal soledad"

"El secreto de la vida monástica, esa completa abdicación personal y encumbramiento de la voluntad de Dios, que resuelve todos los problemas y conflictos y transforma una vida de agudos pacedimientos externos en otra de paz y alegría, es algo que muy pocos ajenos al claustro pueden comprender de forma completa"



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