jueves, 17 de noviembre de 2011

Flavio Josefo-Mireille Hadas-Lebel

Flavio Josefo-Mireille Hadas-Lebel
Editorial Herder
ISBN 978-84-254-2625-4



"Solo los eruditos leen libros antiguos, y nos hemos ocupado ya de los eruditos para que sean, de todos los hombres, lo que tienen menos probabilidades de adquirir sabiduría leyéndolos. Hemos conseguido esto inculcándoles el Punto de Vista Histórico. El Punto de Vista Histórico significa, en pocas palabras, que cuando a un erudito se le plantea una afirmación de un autor antiguo, la única cuestión que nunca se plantea es si es verdad. Se pregunta quién influyó en el antiguo escritor, y hasta qué punto su afirmación es consistente con lo que dijo en otros libros, y qué etapa de la evolución del escritor, o de la historia general del pensamiento, ilustra, y cómo afectó a escritores posteriores, y con qué frecuencia ha sido mal interpretado (en especial por los propios colegas del erudito), y cual ha sido la marcha general de su crítica durante los últimos diez años, y cuál es el estado actual de la cuestión. Considerar al escritor antiguo como una posible fuente de conocimiento, presumir que lo que dijo podría tal vez modificar los pensamientos o el comportamiento de uno, sería rechazado como algo indeciblemente ingenuo" (Lewis-Cartas del Diablo a su sobrino).

Si en algún caso son pertinentes estas palabras de Ecrutopo a su sobrino Rugario, es en el caso de Flavio Josefo. Personaje controvertido ya en vida, su historia bien pudiera dar lugar a una serie de éxito de la HBO. Pudo haber sido un héroe y acabo siendo el historiador que nos ha legado la única referencia de la lucha entre Jerusalén y Roma, además de los hechos acaecidos del 66 al 73 d.C. que acabarían con la destrucción del Templo de Jerusalén por Tito.

En época romana sus obras: Guerra de los judíos, Antigüedades de los judíos, Contra Apión y Autobiografía no podían faltar en las bibliotecas privadas romanas, pero pasado el S.II sólo pervivieron gracias a los padres de la Iglesia, ya que su obra fue utilizada para desmarcar el cristianismo del judaísmo y como prueba del castigo divino por no ser reconocido el Salvador. La obra de Josefo escrita en arameo y en griego cayó en el olvido. Con el tiempo será otro judío Leo Feuchtwanger quien iniciará su recuperación con una trilogía que bien pudiera merecer su edición: Guerra Judía, Los hijos y Día vendrá. Hoy a pesar de las pasiones que suscita como hombre se reconoce su labor de historiador al mismo tiempo que su testimonio ofrece motivos de honda reflexión.

Josefo era un "cohen", judío perteneciente a la casta sacerdotal proveniente de la tribu de Leví. Inmerso en el judaísmo de su tiempo estudió y convivió con tres corrientes fundamentales: los fariseos, los saduceos y los esenios. Sus obras nos aportan datos inestimables en el conocimiento de estas tres vías, que solo una convivencia asidua puede dar. Al margen de estas comunidades fueron apareciendo otras en las que la exaltación mística se sumaba a la animadversión contra los romanos y que fueron asentando los cimientos de acontecimientos futuros.

El joven Josefo descollaba por sus dotes intelectuales y el manejo de lenguas. En el año 64 fue encargado de una delicada misión en Roma: la liberación de sacerdotes judíos. El cometido concluido con éxito, le pondría en contacto con la capital del Imperio y su potencia diplomática y disuasoria.


A su vuelta a Judea tras las primeras rebeliones contra Roma, se verá investido con el mando de toda Galilea y la región del Golán. Los primeros éxitos de los sublevados habían caldeado los ánimos, sin embargo Josefo conocedor del poder romano evita la confrontación al mismo tiempo que evita oponerse abiertamente a los insurrectos, esto despierta una gran animosidad entre los sectores más radicales lo que provoca varias tentativas de asesinato calificándosele de traidor.
Finalmente Nerón toma una decisión y elige a Vespasiano para pacificar la zona, a su disposición tres legiones: XVª, Vª y Xª a las que se unen tropas de élite de Agripa.



Sabiendo a que clase de enemigo tienen que enfrentarse, Josefo intenta crear un ejercito "a la romana". El enfrentamiento tiene lugar en Jotapata. La descripción de la batalla que se libra es como una novela a la que no le falta ni un ingrediente: los enardecidos judíos, los héroes anónimos, el cuerpo de ingeniería militar romano con el empleo de las máquinas de guerra.
Josefo es tomado prisionero y su suerte parece echada, pero una de las características de su personalidad, además de su pragmatismo, es una notable presencia de ánimo en momentos de extrema necesidad que no pocas veces le había salvado la vida. Pide hablar personalmente con Vespasiano y le revela el contenido de un sueño premonitorio en el que le ve como emperador del imperio y a su hijo Tito tras él. Su elocuencia debió de ser considerable pues fue mantenido como prisionero y pasó a observar las sucesivas victorias romanas desde el lado de los vencedores.

Mientras esto tiene lugar, la situación en Jerusalén se vuelve insostenible, primeramente la afluencia cada vez mayor de refugiados, luego la revuelta que empieza siendo antirromana bascula hacia una revolución social: celotas (con Eleazar como cabecilla) e idumeos (Juan de Giscala) imponen el terror librándose una auténtica guerra civil. Se prende fuego a los archivos para evitar el reconocimiento de deudas, se decreta la abolición de privilegios, tres miembros de la familia real son ejecutados y con ellos doce mil aristócratas. Una vez laminado cualquier atisbo moderado las facciones extremistas ni siquiera son capaces de entenderse. Vespasiano retrasa la toma de la ciudad para propiciar su debilitamiento y evitar que las facciones hagan causa común, contentándose con rodearla. En el año 69 Jerusalén está aislada.


Es en este momento cuando cambia la historia y como esperando el momento propicio en el que se cumple un designio, Nerón muere. Se elige a Galba, quien dura siete meses, su sucesor Otón tres meses más tarde se suicidaría y el poder pasaría a Vitelio. Vespasiano ve como hombres de inferior mérito se hacen con las riendas del Imperio. Cuenta con su ejército en Judea que le profesa profunda lealtad, y pide ayuda a Tiberio Alejandro, prefecto de Egipto y con su apoyo más las legiones de Alejandría vence a Vitelio en Bedriacum proclamándose emperador. Previamente el mando en Judea había quedado en manos de Tito.

Josefo, ahora liberado será testigo ocular de la preparación y organización del sitio de Jerusalén, los trabajos de allanamiento del monte Scopus, la tala de árboles para rellenar los desniveles etc.....Sin embargo Tito, tenía planes para su protegido, desde el principio sabía la dificultad de tomar una ciudad fuertemente fortificada y con un enérgico sentimiento religioso. A pesar de contar con las legiones más experimentadas, la pérdida de vidas sería muy grande. Utilizó a Josefo hasta en tres ocasiones para tratar de entablar negociaciones, conocía la lengua y la cultura de los sitiados. Tal como Josefo lo cuenta en sus memorias, en principio él hace hincapié en el respeto romano por lo sagrado, asegurando el respeto del templo, y en última instancia trata de demostrar que Dios no está con ellos y las armas nada pueden sin el apoyo divino, lo que va a devenir en la deshonra del templo. Cuando Josefo es apedreado, Tito abandona la vida negociadora.

La descripción de los combates no deja lugar a dudas de su violencia, se suceden durante semanas pues el ataque sobre la torre Antonia y el acceso al templo fue cuerpo a cuerpo. Josefo citará los actos de heroísmo e incluso a los combatientes por sus nombres. Tito se proclamará vencedor en medio de ruinas humeantes, el incendio acabará con lo que restaba del templo.La pacificación total del territorio no sería completa hasta la primavera del año 73.

"Las terrazas estaban llenas de mujeres y de niños pequeños en el límite de sus fuerzas, las callejuelas llenas de cadáveres de ancianos. Adolescentes y jóvenes abotargados deambulaban como fantasmas por las plazas....Los enfermos carecían de fuerzas para enterrar a sus parientes....Muchos caían muertos sobre los cadáveres que estaban por enterrar. En medio de todas estas desgracias, no había ni lamentaciones ni gemidos; el hambre enmudecía toda emoción. Con los ojos secos y la boca contraída aquellos que no llegaban a morir observaban a los que se les habían adelantado en el eterno reposo. Un profundo silencio y una noche cargada de muerte oprimía a la ciudad" (Guerra V)

El atractivo de la historia relatada por Josefo radica también en el carisma del narrador. Pertenecía a la aristocracia judía y casta sacerdotal y tuvo que presenciar uno de los acontecimientos más luctuosos para el pueblo judío. De su familia, residente en Jerusalén, cuando Josefo entró en la ciudad sólo pudo encontrar a su hermano Matías, sus padres y esposa se pierden en la lucha fraticida y posterior asedio. Tenía lugar en su corazón sentimientos contrapuestos, consideraba inocente y víctima a la población civil y culpaba a los jefes rebeldes que no se rindieron guiados por una absurda obstinación mesiánica llevada hasta sus últimas consecuencias. Es lo que el denomina la "cuarta corriente" que no se trata sólo de un nacionalismo con tendencias independentistas, sino la asimilación de Roma al imperio del mal, que según el libro de Daniel sería el último de la historia.

Hoy el hombre del siglo XXI contempla la historia de Josefo como un bucle recurrente en la historia de la humanidad; con el inicio de la época contemporánea son muchas las corrientes de carácter utópico basadas en la búsqueda de la sociedad perfecta, de la raza elegida, etc... que han derivado en movimientos violentos que han fagocitado los principios moderados de base para lanzarse tras sueños que acabaron de manera bien distinta a como en principio se pensó.

Josefo tenía 33 años cuando se alejó de su país para no volver jamas. El resto de su vida lo pasó en Roma escribiendo las obras anteriormente citadas. Vivió en principio en la antigua residencia de Vespasiano y tomó el nombre de la familia de su patrocinador, la gens Flavia.

Creo que la biografía de Mireille Hadas-Lebel publicada por Herder, de la que he extraído esta semblanza, que aún dista mucho del valor real de la persona, hace de él una definición muy acertada, que paso a transcribir:

"un niño prodigio, un joven brillante que confía en su estrella, un intelectual elocuente al que no le gusta la sangre derramada, un ambicioso que no quiere morir a los treinta años, un espíritu más político que guerrero, un racionalista prudente que aborrece la exaltación mística, un cortesano por sentido de compromiso y, con todo esto, un judío profundamente fiel. Para ser un héroe hubiera tenido que morir en Jotapata sin haber escrito nada, pero la posteridad nunca hubiera sabido nada de él, ¿cabe lamentar que no fuera un héroe?"